Sociedad Consciente
Es extraño estar vivo. Quizá te des cuenta de esto en tu soledad, cuando ves tu rostro en el espejo y antes de peinarte o pintarte, te miras a los ojos, y te das cuenta de que lo que usualmente sabes de ti y las palabras que utilizas para describirte, son insuficientes para explicar satisfactoriamente eso que estás viendo.
O quizás surja cuando miras detenidamente un cuerpo humano, y lo aprecias más allá de los juicios de bonito o feo, de joven o viejo, y ves lo increíblemente creativa y única en billones que es su forma, que no puede ser atribuida a ninguna inteligencia personal, a ningún autor.
Quizá te suceda cuando ves una flor de cerca y reconoces en ella el origen de todos los mandalas, o quizá te pase cuando ves de cerca la compleja estructura fractal de un brócoli, o a un niño apuntando a las cosas como un primer descubridor del mundo…
Pero rápidamente, esta sensación de “no saber”, de no poder aferrar o comprender del todo, junto con la natural humildad que con ella surge, se desvanece.
Así volvemos a la seguridad de saber más o menos qué somos, qué estamos haciendo en la vida, cuál es nuestro trabajo, quiénes son nuestros familiares, quiénes son nuestros enemigos, qué es lo que deseamos, tememos y odiamos.
Volvemos a nadar en la oleada de lo cotidiano, agarrándonos firmemente al flotador de nuestras pequeñas seguridades. Vivimos en islas de certeza en medio de un mar de misterio.
Es cierto: No podemos vivir permanentemente asombrados… ¡Nos llevaría horas atarnos los cordones de los zapatos!... Sin embargo, parte de nuestra salud mental y de nuestra apertura espiritual depende de dejar un tiempo a diario para vaciarnos de certezas y cultivar el asombro.
Claudio Araya
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